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Turistadas que no molan

Turistada: comportamiento propio de los turistas que visitan un lugar que normalmente alguien autóctono no haría.

Ya ha pasado algún tiempo de la pandemia y parece que los requisitos para viajar al extranjero son más relajados. Hemos dejado las mascarillas y las pruebas pcr atrás, lo cual es una gran noticia. Pero este paro tan perjudicial para nosotros ha supuesto un gran respiro para el planeta, ya que nos guste o no, la actividad turística también tiene consecuencias negativas para este en general y muchas veces para los lugares que visitamos en particular. Hace un tiempo hicimos un post sobre “turistadas” que molan. Esas actividades que cuando viajamos, a los viajeros nos parecen la mar de graciosas y que no podemos dejar de hacer aún sintiéndonos tremendamente ridículos.

Este post está dedicado por el contrario a esas turistadas que no molan en absoluto. Comportamientos en los que los turistas podemos caer sin darnos cuenta del perjuicio que podemos estar causando. Ya sea por conseguir una buena foto (con el único propósito de conseguir likes) o por mera inercia o moda.

1. Dar de comer a los animales y tocarlos cuando está prohibido

Odio los monos que hay en los lugares turísticos en los que estos animales están tan acostumbrados a los seres humanos que ya no nos tienen miedo. Es más, buscan a las personas para que les den comida o robársela si no se la dan voluntariamente. Esto no hubiera pasado si las personas no tuviéramos ese afán de ver a los animales tan de cerca, que les ofrecemos toda clase de comida que por mucho que les guste es perjudicial para ellos.

Cartel de Copán Ruinas, Honduras

En Batu Caves (Malasia) vi a monos que eran verdaderos yonkis de la coca-cola, a un niño protegiendo su helado de un mono que quería robárselo, en Costa Rica a un mapache metiendo la mano en una mochila tirada en en la playa (aunque yo creo que más que comida estaba buscando un móvil, una cartera, una cámara de fotos…) Darles comida a los animales altera su comportamiento y por tanto su hábitat puede verse también afectado.

El querer tocar a los animales cuando claramente está prohibido también es algo bastante frecuente ¿Qué necesidad hay de tocar las alas de una mariposa? ¿O de perseguir una tortuga para tocarle el caparazón?

2. Dejar huella de nuestro paso

El afán por dejar constancia de nuestro paso por los lugares que visitamos no es nuevo, pero las formas de hacerlo se van reinventando. Hemos pasado del “fulanito estuvo aquí” a dejar mogotes de piedras, pasando por los famosos, horribles y destructivos candados en los puentes y hasta dejar mascarillas en lugares en donde hasta la pandemia se dejaban trozos de tela.

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3. Hacer fotos a menores desconocidos sin pedir permiso a algún adulto

Esta es una de las turistadas que más rabia me da. La situación más clara que vi fue en Camboya, en Angkor Wat. En el camino que llevaba a uno de los templos había dos niñas, apoyadas en una especie de mesita hecha con tablas haciendo sus tareas mientras reían y bromeaban entre ellas. Estaban solas en ese momento, la madre seguramente estaba trabajando en alguno de los puestos de la entrada mientras ellas obedientemente hacían sus tareas sin moverse, ajenas a los turistas a los que sin duda están acostumbradas. Bien, pues a una señora que iba delante de nosotros le pareció tan bonita la escena que se paró delante de ellas a hacerles algunas fotos y siguió su camino. Y yo me pregunto ¿Esa señora vería normal que un desconocido hiciera fotografías a sus sobrinos o nietos mientras estos juegan en el parque estando en su ciudad en Europa? ¿Era una escena tierna? Si ¿Que sean pobres te autoriza a hacer algo que no permitirías en tu país? Rotundamente no.

4. Visitar santuarios de elefantes

Esta es una de las actividades preferidas por los turistas que viajan al sudeste asiático. Los elefantes son las estrellas de estos lugares que se venden como “santuarios” pero que (en la inmensa mayoría de casos) son en realidad solo un atractivo turístico. Rescatan muchos animales de trabajos forzados, eso es cierto, pero para meterlos en un recinto en el que los obligan a estar son seres humanos. Los elefantes son animales salvajes, ellos no quieren (ni lo necesitan) ser toqueteados y bañados por los turistas. De hecho, los elefantes en su hábitat natural se cubren de tierra para protegerse del sol.

Si quieres ir a ver elefantes (colaborando así con los cuidados que estos requieren) y no quieres ser cómplice sin quererlo de los maltratos a los que son sometidos, ve a un lugar en el que al menos el contacto directo con los animales, darles comida o bañarles no esté permitido. Aún así nunca se sabe hasta qué punto los animales que hay ahí están en buenas condiciones. Nosotros decidimos no visitar ningún santuario de elefantes precisamente por eso. Ante la duda de no poder encontrar un lugar libre de crueldad animal preferimos no contribuir.

Os dejo un artículo muy interesante sobre estos santuarios en Tailandia que seguramente os ayude a discernir si ir a un santuario de elefantes o no: Elefantes y turistas: Qué estamos dispuestos a hacer (y qué no) por el bienestar animal.

5. No cuidar el coral ni el fondo marino

La relación del turismo con el fondo marino es preocupante. Hemos hecho snorkel en varios lugares de centro américa y el sudeste asiático y casi siempre hemos presenciado comportamientos terribles para la subsistencia del ecosistema por parte de los turistas. Desde personas que querían tocar el caparazón de las tortugas marinas, a llevar comida para que los peces se acerquen hasta pisar sin ningún miramiento el coral.

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Roatán, Honduras

Las cremas con protección solar también son dañinas para la fauna y la flora marina, ya que en la mayoría de cremas sus componentes no son biodegradables. Esto es algo que no sabíamos y en lo que esperamos no volver a caer.

En nuestros nosotros intentamos seguir la máxima de “no hacer nada en otro país que no harías en el tuyo propio”. Y tu ¿Has presenciado alguna turistada de la que has sentido vergüenza ajena?

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